Tragedia del Alcaboche
Todavía no había llegado Melquiades a Alcaboche. No es extraño, pues, que los alcabochanos pensaran que su pueblo era más recóndito aùn que Macondo.Por eso los adelantos técnico-cientificos les llegaron tarde y a través del televisor, ùnico artefacto de la postguerra que convivió,en muchos años, con ellos.
Les llegó de la mano de avispados hombres de negocios y gracias a complicados sistemas de pago diferido por éstos inventados,a los cuales se mostraron reacios los aborígenes en un primer momento.Pero, indefectiblemente, terminaron por impregnar la conciencia juridica colectiva.
Para el enigmático aparato,las ancianas seculares y con el problema biológico resuelto,hacían cientos de ornatos de ganchillo y molde,componiendo un abigarrado paisaje sobre la caja de sorpresas que contrastaba con la frugal decoración del resto de la casa.
La abuela Dositea,centenaria (segùn pudo ave riguar don Anastasio, el médico, tras un minucioso examen de las arrugas de la cara,porque ni estaba inscrita en el Registro Civil ni se acordaba del ins tante en que empezó a sufrir) y eterna,(le dijo un quiromante que pasó enga ñando a la gente algùn año durante las fiestas), hizo varios tapetes de fino algodón que le mandaban periódicamente de donde la civilización.
Aunque su nieto Luis Gerinelso creía que eran regalos de Dios, pues todos los dias baja ba a la iglesia y, algunos subía con una cajita verde de madejas de algodón susurrando oraciones en acción de gracias al Santisimo Sepulcro,al Cristo del Sudor,a la Cruz de Lorena,a San Pantaleón,a San Fidel de Sigmaringa,a San Pascual Bailón y demás miembros del santoral,pero sobre todo, a la Virgen multiforme, porque ella, como todos sus conocidos, podia llegar a poner en duda la existencia de Dios tras una superficial discusión teoso-fisica, pero la Virgen estaba por encima de cualquier consideración de la razón, que por algo ella la veía diariamente en la iglesia tallada en nogal y en su colección de miles de estampitas de otras tantas adoraciones.
Ese día daba dinero a todos sus nietos y biznietos sin que tuvieran que pedirselo y permanecia con una sonrisa efusiva mostrando su dentadura perfectamente ausente, y que tendria en qué entretenerse durante algùn tiempo, el mismo que le ganaba a su indeleble enemigo: Dios. "A mi edad los años son más cortos porque no cesa una de pensar en la muerte y en ese tiempo se está muerta en realidad",sentenciaba a menudo.Su nieto Luis Gerineldo inducia del apotegma que la vida era el pen samiento.
Poco despues,cuando se enamoró por primera vez,se enzarzaba en apasionadas discusiones de niño precoz sosteniendo que la vida era el amor, no el pensamiento. Melquiades nunca llegó. En el fondo era un sentimental y en el primer lugar que encontró afecto se quedó eternamente, perdiendo su energia viajera y cientifica, reduciendo su raso espiritu a la sobria geometria de un ablépsico cuarto que recibia la luz miseramente, por una tenebrosa buhardilla diseñada más bien para ahuyentarla.
Melquiades jamás llegaría.Alli habria de permanecer hasta su tránsito, contemplando el anunciado y progresivo desvanecimiento de una familia,la ensañada desolación de un pueblo prometedor,pero,como él ya sabia. Condenado ineludiblemente a la desaparición. Pero a Alcaboche la decadencia nunca debió llegar, pues jamás antes hubo prosperidad por la imperdonable negligencia del buen Melquiades al no visitarlo y transmitirnos los in numerables y asombrosos avances de la ciencia:la fabricación del hielo,la tinta incolora que que se hacía visible con el fuego,la circulación de la sangre, la deguerrotipia y tantos inventos y descubrimientos más que por aquel entonces ya habian concebido las mentes de algunos privilegiados. Melquiades fue el autor por imprudencia y omisión de la contradicción vital de un pueblo que emprendió su declive sin haber iniciado el camino de su esplendor,sin plantearse remotamente la alternativa de la libertad,ni siquiera la de la felicidad;sin dejar planteársela:se creó un implacable guardián del jardín de las Hespérides para cortar las icáreas alas cualquier cándido soñador. Nunca nadie logró burlar al mitico carcelero. La abuela Dositea pensaba que Luis Gerineldo sería el primero.
Alcaboche se estructuraba, geográficamente,en forma radial. Su eje era la plaza con nombre de un desconocido prócer cuya efigie la presidia desde la fa chada del Ayuntamiento. Aventurándose por un interminable dédalo de angostas callejuelas, podía llegarse hasta el castillo, situado en un promontorio que la hoz del rio a sus pies,había ido segando. En la calle que ascendía al casti llo estaba enclavado el cine. propiedad de Santano Mendoza.Temiendo que la per tinaz erosión fluvial acabara volteando su flamante cine, Santano mandó cons truir un muro que la impidiera,con la suficiente altura que resistiera también las ineludibles crecidas estivales. Cuando el cine dejó de ser rentable,lo disfrazaron de discoteca,instalando algunas luces verdes,rojas y amarillas y en las paredes laterales,dos semicir culos con pequeños espejos que al reflejar la luz del foco que respectivamente tenían enfrente,creaban pequeños circulos azules y rojos pululando por la des conchada y amarillenta sala. A partir de entonces se acentuó el sempiterno deterioro intelectual del pueblo. La gente confundía discoteca con biblioteca y empezaron a aparecer por doquier discotecas construidas con la ayuda oficial. "Y como el saber no ocupa lugar, vamos a derribar las escuelas", se le oyó decir a un candidato a alcalde en un mitin electoral por aquella época de es plendor de la construcción.En una dependencia del cine, donde en tiempos mejores para el séptimo arte había estado alojado el bar,celebraban los bailes incipien tes adolescentes. Ello costó no pocos meses de ruegos y promesas de Luis Gerineldo ante su tio Santano,quien,por fin,condescendió tras interceder la abuela Dositea. |
En el desbaratado bar, precedido de un circo que,alternativamente organizaban muchachos y muchachas y que servia de efugio al ansiado acontecimiento sabático, abrió los ojos y dio los primeros pataleos la libido de todos nosotros y la de algunas muchachas.La de otras habia tenido un parto prematuro y ya por entonces marcaba sus primeros pasos. En aquella vieja habitación,con su minifalda blanca y su ajustado maillot negro que dejaba poco campo a la imaginación para inventar el tamaño de sus adolescentes pechos,cantaba Diana un famoso bolero que le enseñó su madre,notable saetera en las procesiones de Semana Santa. Ella,Primi tiva Alcocer,junto con la madre de Maclovia,hacían que todos nosotros,alevines de agnósticos y sazonados iconoclastas,recurriéramos a argumentos inquisitoria les contra las otras pandillas para portar la imagen cuya visión ponia en trance mistico a la abuela Dositea:la Virgen Violada. Mientras el hombro enrojecía por el peso del nogal,teniamos la posibilidad de andar cerca de ellas para estimar claramente la tersura y transparencia de su voz. También de escanciarnos miradas furtivas,picaras,engendradoras del brusco germen de risa que apresuradamente teniamos que abortar.A propósito de ello murgian discusiones pseudofilosóficas sobre la risa,sobre la conveniencia o no de frus trarla y otras cuestiones colaterales, emulando la polémica que, ya en el siglo XIV mantuvieron Jorge de Burgoa y Guillermo de Baskerville. Pero estas disputas no influían en el comportamiento censurador que siempre seguíamos. Las discu siones sólo servían para creernos más importantes por haber leido "El Nombre de la Rosa". |
Al ver la indeleble y folklórica actuación,Luis Gerineldo quedó vesánica mente enamorado. Tanto que prometió abrumarla con ruegos y regalos hasta casarse con ella. David decía que Luis Gerineldo no se enamoró al ver la función,sino algunos dias antes cuando leyó "Romeo y Julieta". "Sus respectivos progenitores están mortalmente enemistadoa y tù ya sabes lo obstinado y soñador que es", argumentó David Bacón para sacarme de la perplejidad que me produjo el darme cuenta del lunático enamoramiento que se apoderó de Luis Gerineldo. Adoptó una actitud paciente desde el principio.Intuyendo que ella rechazaría sus proposiciones.Pero no perdia la esperanza y se le declararia en cuanto hubiese desaparecido de su rostro las ùltimas huellas de su penùltimo accidente: en una leve reyerta hacia laudes con su hermano menor, éste lo había arrojado desde la terraza de la casa del patriarca de la familia, su abuelo Moisés. En el instante no sintió el menor rasguño. Sin tiempo a recuperarse de su propio estupor, asaltó la barda del huerto en el que aterrizó y se fue dispuesto a hacer sentir el liberador placer del vuelo sin motor a su fraterno Terencio. |
Ahora empezaba a sentir los efectos del terrible golpe. Un chorrito de sangre se deslizaba por la comisura de los labios; los ojos se le nublaron y a ellos acudieron las lágrimas; las piernas, arqueadas como de montar a caballo,ahora parecían de regaliz y no podrían haber obedecido ninguna orden que el cerebro les hubiera mandado. Esos fragmentos de regaliz se equivocaron y lo llevaron a la puerta de Apuleyo Rodríguez,donde aquella noche de San Juan, algunos muchachos habían puesto un arado a su hija en prueba de su estima. No lo vio y casi lo aparta con la cabeza,pero esta vez la lógica materialista se impuso a su ángel de la guarda y su cara apareció labrada y dispuesta para el cultivo de plaquetas. Era la hora en que Apulayo Rodríguez estaba ejercitando sus cono cimientos de nigromancia. Llevaba algunos días invocando el alma de algùn pariente lejano del que guardaba un confuso recuerdo. Lo había visto una sola vez,hacía años,cuando intentaba gobernar las riendas de su primera borrachera. Se enteró una semana antes que había muerto lejos de Alcaboche, donde la civilización y, seguidamente se entregó al ritual. Tal vez porque el ánima de su remoto primo no lo recordaba o porque, flamante como estaba en su nueva morada era muy solicitada por los colegas de Apuleyo Rodríguez, éste no había podido emplazarla en toda la semana. Al cuarto día de arrebato espiritista,alarmados la mujer y los tres hijos por la dilación del trance,que se alargaba sensiblemente más que sus precedentes incursiones el mundo de lo sobrenatural,acorda ron organizarse en grupos de tres y relevarse cada tres horas para orar ante las imágenes de la Virgen Violada y del Padre Damián, de los que eran fervorosísimos devotos y suplicarles su intercesión ante el ánima de su remoto primo.El motivo de su profunda inquietud radicaba en la gran inquina que habia entre la cirrosis hepásica que tomó asiento en su cuerpo tiempo atrás y un temerarin invasor:su vehiculo de transporte al más allá. |
Luis Gerinaldo puuo soportar estóicamente el golpe contra el huerto,pero ahora, al percibir el olor de la sangre, la tibieza que envolvía su cuerpo y el color de su horóscopo,su garganta,sin control,se lanzaba imitar a la de los lobos,a esa hora retirándose hacia los alrededores del pueblo. Apuleyo Rodriguez,que a esas alturas de su propósito frustrado frisaba ya el paroxismo, saltaba de la silla electrizada al oir el aullar de los lobos. Les tenía pánico desde que una noche,en el ce menterio viejo,dispuesto a recobrar energía para comunicarse con las ánimas benditas del purgatorio,quedó enganchado en el bardal y se vio rodeado en un momento de varios amenazadores cánidos. Pudo salvar su vida gracias a la ayuda,milagrosa de dos ánimas a las que nunca se lo agradecerá bastante, que lo sacaron en volandas del zarzal y lo intro dujeron en el nicho de don José, donde lo encontraron durmiendo después de dos días de intensa bùsqueda pór todos los vecinos de Alcaboche, temerosos de quedarse sin su más reputado visionario. Cogió la escopeta que colgaba junto a su cama y se lanzó instinti vamente hacia la calle, obsesionado con la idea de no dormir ninguna otra noche con la desapacible compañía de los huesos y del pene íntegro de don José,al que intentó canonizar don Justo cuando se descubrió la asombrosa incorrupción de su miembro viril. No llegó a figurar en el santoral de la Santa Madre Iglesia porque Fabriciano el Alquimista, sabio prudente agnóstico y anticlerical "demostró que el perdón del tiempo en este fantástico suceso no era cosa de milagros, sino de orgías. |
La Fanny sentía ya los picores matinales.Cogió la botella de carras queño y comenzó a subir las escaleras.Al momento se encontró en un laberinto diabólico.Las tinieblas lo envolvían todo.Todo era oscuridad, niebla negra.La casa no era la casa.O no estaba en ella.Se encontró en un castillo aprisionada. Las paredes se movían, cuando una se retiraba, otra más gruesa y más alta se le acercaba y la rodeaba.Y encima de cada una, un duende peque ñito y malvado se reía de su angustia señalándola con su esquelético dedo, angustiándola aùn más. Y cuando el nudo de la garganta más le ahogaba,cuando el corazón latía más fuerte,el trasgo se reía con más ganas. Desesperada,lanzaba puñetazos contra los malvados duendes sin acertar. Hasta que uno alcanzó a don José. Empezó a sentir el placer que le producían las caricias de una mano bien cuidada. Los duendes comenzaban a alejarse para dejar paso a su dueño,cuando oyó el ruido de un líquido salir de una botella y se sintió inundada.El escozor que ya formaba parte de ella comenzaba una mañana más. Iría en aumento hasta que la lengua de don José consiguiera aliviárselo con su maestría de siglos, hasta acabar borracho con e1 ígneo carrasquueño Cuando se lo hubiera bebido todo,le haria el amor como todas las maña nas desde que ella recordaba. |
Las conjeturas de Fabriciano fueron hábilmente rebatidas por don Justo argumentando que no explicaban porqué no permanecfa también incólume la lengua de don José.Pero ante la amenaza de la difusión de su teoría por parte de Fabriciano,con las graves consecuencias que para el honor del difunto podían derivarse,quedó paralizado el proceso de beatificación. |
Cuando salió a la calle, su mujer y sus trece hijos se arrojaron de rodillas al suelo, con lágrimas en los ojos, agradeciendo infinitamente a la Virgen Violada y al Padre Damián que hubieran atendido sus sùplicas. Salía con la escopeta de dos cañones,la cara demacrada que acentuaba su fina y saliente nariz, huesuda como de calavera, los ojos fuera de su órbita, el pelo alborotado y grasiento, el cuerpo encorvado, sin fuerzas para estirarse la camisa marrón llena de cera y los pantalones sucios de basura. Los congregados percibieron que un fuerte olor a velatorio iba anegando la atmósfera, expandiéndose y haciéndose más denso a la vez, podían incluso percibir el color de la hediondez,aunque ninguno luego pudo describirlo, y presintieron que nada bueno iba a ocurrir.Se retiraron en silencio, amorti guados sus pasos y sus movimientos por la espesa niebla mortecina. Quedaron su mujer y sus trece hijos, quienes,con los ojos cubiertos de lágrimas sólo veían borrosamente su figura y Luis Gerineldo, con la cara cubierta de sangre y lanzando aullidos que, al ser absorbidos por el olor de la Parca, parecían de lobo viejo. El patriarca Moisés que desde su cama había notado la rareza del ambiente, salió al balcón cuando Apuleyo Rodríguez apuntaba hacia el viejo lobo. Su grito quedó mudo por el trueno del disparo que desplazó a Luis Gerineldo hacia donde estaba la mujer los hijos de Apuleyo.El segundo disparo alcan zó a dos de sus hijos,quienes pasaron a ser por unos instantes,los que aun vivieron, primos de sangre de Luis Gerineldo. |
La hediondez desapareció. El día empezaba a clarear. Luis Gerineldo no pudo hacer realidad "Romeo y Julieta". Su hermano Terencio se quedó sin experimentar el placer del vuelo sin motor. Nosotros nos quedamos sin aprender a bailar el agarrado porque Santano Mendoza derribó el cine -convencido por algùn supersticioso- muy ilusionado, para sustituirlo por un edificio al que aplicar la Ley de la Propiedad Horizontal. Pero su ilusión se había desvanecido años antes, cuando Melquiades, absorbido por su nueva afición de adivinador, no nos trans mitió el nuevo pensamiento jurídico. Hoy queda un inmueble baldío. |